Quiero hablar de sexo por dinero. No soy como la mayoría de las personas que habrás oído hablar de prostitución antes. No soy policía ni trabajadora social. No soy académica, periodista ni política, tampoco soy monja. La mayoría de esas personas te dirían que vender sexo es degradante, que nadie elegiría hacerlo, que es peligroso, que las mujeres son abusadas y asesinadas, de hecho, la mayoría de esas personas dirían que debería existir una ley que lo prohíba y tal vez eso les suene razonable, a mí me pareció razonable hasta los últimos meses de 2009, cuando tenía dos empleos sin futuro con salario mínimo cada mes, mi salario simplemente saldaba la deuda acumulada. Estaba agotada, mi vida no iba a ninguna parte. Como muchos otros antes que yo, decidí que el sexo por dinero podría ser una mejor opción. No me malinterpreten, me hubiera encantado ganar la lotería, pero eso no iba a suceder pronto y necesitaba pagar el alquiler, así que empecé mi primera plaza en un burdel. En los años que han pasado he tenido mucho tiempo para pensar. He reconsiderado las ideas que alguna vez tuve sobre la prostitución, he pensado mucho en el consentimiento y la naturaleza del trabajo y el capitalismo en el que vivimos, he pensado en la desigualdad de género y el trabajo sexual y reproductivo de las mujeres. He experimentado explotación y violencia en el trabajo. He pensado en lo que se necesita para proteger a otras trabajadoras sexuales de estas amenazas. Tal vez tú también hayas pensado en ellas. En esta charla que voy a dar los guiaré a través de los cuatro enfoques legales principales que se aplican al trabajo sexual en todo el mundo y les explicaré por qué no funcionan, por qué prohibir la industria del sexo en realidad exacerba todos los daños a los que las trabajadoras sexuales son vulnerables. Y luego les contaré lo que nosotras, como trabajadoras sexuales, en realidad queremos.
El primer enfoque es la criminalización total. En la mitad del mundo, incluida Rusia, Sudáfrica y la mayor parte de Estados Unidos, se aborda el trabajo sexual criminalizando a todos los actores, esto es vendedores, compradores y terceros involucrados. De modo que los legisladores en estos países aparentemente esperan que el miedo a ser arrestados disuada a las personas de vender sexo. Pero si te ves obligado a elegir entre obedecer la ley y alimentarte a ti mismo o a tu familia, vas a hacer el trabajo de todos modos y correr el riesgo.
La criminalización es una trampa. Es difícil conseguir un trabajo convencional cuando tienes antecedentes penales, los empleadores potenciales no te contratarán. Suponiendo que todavía necesitas dinero, te quedarás en la economía sumergida. Ya en la economía sumergida, la ley te condena a seguir vendiendo sexo, lo cual es exactamente lo opuesto al efecto buscado. La criminalización te deja expuesto a malos tratos por parte del propio Estado. En muchos lugares, te pueden obligar a pagar un soborno o incluso a tener relaciones sexuales con un policía para evitar el arresto. Policías y guardias de prisiones en Camboya, por ejemplo, han sido documentados sometiendo a trabajadoras sexuales a lo que sólo puede describirse como tortura, amenazas a punta de pistola, palizas, descargas eléctricas, violaciones y negación de comida. Otra cosa preocupante, si se vende sexo en lugares como Kenia, Sudáfrica o en Nueva York, un policía puede arrestarte si te sorprenden llevando condones porque los preservativos pueden usarse legalmente como prueba de que estás vendiendo sexo. Obviamente, esto aumenta el riesgo de contagio de VIH. Imagina saber que si te arrestan llevando preservativos, los usarán en tu contra, es un incentivo bastante fuerte para dejarlos en casa, ¿verdad?. Las trabajadoras sexuales que trabajan en estos lugares se ven obligadas a tomar una decisión difícil entre arriesgarse a ser arrestadas o tener relaciones sexuales de riesgo, ¿qué elegirías tú?, ¿llevarías preservativos para ir a trabajar?, ¿y si te preocupa que el policía te viole cuando te suba al firgón?
El segundo enfoque para abordar el trabajo sexual que se ve en estos países es la criminalización parcial, donde la compra y venta de sexo es legal pero las actividades relacionadas como gestionar burdeles y ofrecer sexo en la calle están perseguidas. Leyes como éstas las tenemos en el Reino Unido, esencialmente nos dicen a las trabajadoras sexuales “no nos importa que vendas sexo, solo asegúrate de que se haga a puerta cerrada y sólo en privado”. Y gestionar un burdel, por cierto, se define simplemente como dos o más trabajadoras sexuales trabajando juntas, lo que convierte eso en ilegal. Significa que muchas de nosotras trabajamos solas lo que, obviamente, nos hace vulnerables a los delincuentes violentos, pero también somos vulnerables si decidimos incumplir la ley al trabajar juntas.
Hace un par de años una amiga estaba nerviosa después de que la atacaran en el apartamento, así que le dije que podía citar a sus clientes en mi casa por un tiempo. Durante ese periodo un cliente se puso problemático. Le dije que la dejara en paz o llamaría a la policía y él nos miró a las dos y dijo “vosotras, chicas, no podéis llamar a la policía, están trabajando juntas, este sitio es ilegal”. Tenía razón, finalmente se fue sin ejercer violencia física, pero el conocimiento de que estábamos incumpliendo la ley le dio poder a ese hombre para amenazarnos. Estaba seguro de que se saldría con la suya.
La prohibición de la prostitución callejera también causa más daño del que previene. En primer lugar, para evitar ser arrestadas, las trabajadoras de la calle toman riesgos para evitar ser detectadas, eso significa trabajar solas o en lugares aislados como bosques oscuros donde pueden ser víctimas de ataques. Si te pillan vendiendo sexo al aire libre pagas una multa, ¿cómo pagas esa multa sin volver a las calles?. Fue la necesidad de dinero lo que te llevó a las calles en primer lugar y por eso las multas se acumulan y tú quedas atrapada en un círculo vicioso de vender sexo para pagar las multas que recibes por vender sexo. Déjenme contarles sobre Mariana Popa, que trabajaba en Red Bridge al este de Londres. Las trabajadoras de la calle en su zona normalmente esperaban a los clientes en grupos para estar seguras y para advertirse mutuamente sobre cómo evitar a los tipos peligrosos, pero durante una represión policial contra las trabajadoras sexuales y sus clientes, se vio obligada a trabajar sola para evitar ser arrestada. Fue asesinada a puñaladas en las primeras horas del 29 de octubre de 2013. Había estado trabajando más tarde de lo habitual para intentar pagar una multa que había recibido por su trabajo sexual callejero, así que si criminalizar a las trabajadoras sexuales les produce daño, ¿por qué no criminalizar simplemente a las personas que compran sexo? Éste es el objetivo del tercer enfoque del que quiero hablar. El modelo sueco o nórdico de legislación sobre trabajo sexual.
La idea detrás de esta ley es que vender sexo es intrínsecamente dañino y, por lo tanto, se esta ayudando a las personas que ejercen el trabajo sexual al eliminar la opción de ejercerlo. A pesar del notable apoyo a lo que se describe como el enfoque de “reducir la demanda”; no hay evidencia de que funcione; hay tanta prostitución en Suecia como antes, ¿por qué podría ser? porque las personas que venden sexo a menudo no tienen otras opciones de ingresos. Si necesitas ese dinero, el único efecto que tendrá dificultar el negocio es obligarte a bajar los precios u ofrecer servicios sexuales más arriesgados. Si necesitas encontrar más clientes puedes buscar la ayuda de un intermediario. Como pueden ver en lugar de poner fin a lo que a menudo se describe como proxenetismo, una ley como esta en realidad da oxígeno a terceros potencialmente abusivos. Así que para mantenerme segura en mi trabajo intento no aceptar reservas de alguien que me llame desde un número oculto, si se trata de una visita a una casa o a un hotel intento obtener un nombre completo y detalles. Si trabajara bajo el modelo sueco, el cliente tendría demasiado miedo de darme esa información, puede que no tenga otra opción que aceptar una reserva de un hombre que no es rastreable si luego resulta ser violento. Si necesitas su dinero necesitas proteger a tus clientes de la policía. Si trabajas al aire libre eso significa trabajar sola o en lugares aislados como si tu misma estuvieras perseguida. Podría significar subirse a los coches más rápido. Menos tiempo de negociación significa tomar decisiones rápidas ¿este tipo es peligroso o simplemente está nervioso?, ¿puedes permitirte el lujo de correr el riesgo?, ¿puedes permitirte el lujo de no hacerlo?.
Algo que escucho a menudo es que la prostitución estaría bien si la legalizáramos y la reguláramos, a ese enfoque lo llamamos legalización y lo utilizan países como los Países Bajos, Alemania y el estado de Nevada en los EE. UU. Pero no es un gran modelo para los derechos humanos y en una prostitución controlada por el estado, el sexo comercial sólo puede ocurrir en ciertas áreas o lugares legalmente designados y las trabajadoras sexuales están obligadas a cumplir con restricciones especiales como un registro y controles médicos obligatorios. La regulación suena genial en el papel, pero los políticos deliberadamente hacen que la regulación en torno a la industria del sexo sea costosa y difícil de cumplir, creando un sistema de dos niveles: trabajo legal y trabajo ilegal, a veces lo llamamos criminalización por la puerta trasera. Los propietarios de burdeles opulentos y bien relacionados pueden cumplir con las regulaciones, pero a las personas más marginadas les resulta imposible cumplir con esos requisitos. Incluso si en principio es posible obtener una licencia o un lugar adecuado requiere tiempo y cuesta dinero, no será una opción para alguien que está desesperado y necesita dinero esta noche. Podría ser una mujer refugiada o estar huyendo de la violencia doméstica. En este sistema de dos niveles las personas más vulnerables se ven obligadas a trabajar ilegalmente por lo que, siguen expuestas a todos los peligros de la criminalización que mencioné antes.
Parece que todos los intentos de controlar o impedir que se realice el trabajo sexual hacen que las cosas sean más peligrosas para las personas que venden sexo. El miedo a las autoridades las hace trabajar solas en lugares aislados y permite que los clientes e incluso la policía se vuelva abusiva sabiendo que se saldrán con la suya. Las multas y los antecedentes penales obligan a las personas a seguir vendiendo sexo en lugar de permitirles que dejen de hacerlo. La represión contra los compradores, lleva a las vendedoras a asumir más riesgos y caer en brazos de intermediarios potencialmente abusivos. Estas leyes también refuerzan el estigma y el odio contra las trabajadoras sexuales. Cuando Francia adoptó el modelo sueco hace dos años, los ciudadanos comunes lo tomaron como una señal para comenzar a llevar a cabo ataques contra las personas que trabajaban en la calle. En Suecia las encuestas muestran que son muchas más personas las que quieren que se detenga a las trabajadoras sexuales ahora que antes de que se aprobara la ley. Si la prohibición es tan dañina, uno podría preguntarse por qué ha llegado a ser tan popular.
En primer lugar, el trabajo sexual es y siempre ha sido una estrategia de supervivencia para todo tipo de minorías. Personas de color, inmigrantes, personas con discapacidad, personas LGTBIQ y particularmente mujeres trans. Estos son los grupos más señalados y castigados por la ley prohibicionista. No creo que esto sea por accidente, estas leyes tienen apoyo político precisamente porque se dirigen a personas que los votantes no quieren ver o escuchar, ¿por qué motivo podría la gente apoyar el prohibicionismo?. Bueno, mucha gente tiene temores comprensibles sobre la trata. La gente piensa que las mujeres extranjeras secuestradas y vendidas como esclavas sexuales se pueden salvar cerrando toda una industria. Así que hablemos de la trata. El trabajo forzoso ocurre en muchas industrias, especialmente aquellas en las que los trabajadores son inmigrantes o son vulnerables de algún modo y esto debe abordarse, pero es mejor abordarlo con una legislación que persiga esos abusos específicos, no a toda una industria. Cuando 23 inmigrantes chinos indocumentados se ahogaron mientras recogían berberechos en la Bahía de Morecambe en 2004, no hubo llamadas para prohibir toda la industria pesquera para salvar a las víctimas de la trata. La solución es claramente dar a los trabajadores más protecciones legales que les permitan resistir el abuso y denunciarlo a las autoridades sin temor a ser detenidos. La forma en que se utiliza el término trata sugiere que toda inmigrante indocumentada en la prostitución está forzada. De hecho, muchos inmigrantes se ven obligados a tomar la decisión, por necesidad económica, de ponerse en manos de traficantes de personas. Muchas de ellas lo hacen con pleno conocimiento de que venderán sexo cuando lleguen a su destino y sí, a menudo puede darse el caso de que estos traficantes de personas exijan tarifas exorbitantes, las obliguen a que realicen servicios que no quieren hacer y abusen de ellas cuando son vulnerables. Eso se aplica a la prostitución, pero también se aplica al trabajo agrícola, la hosteria y el trabajo doméstico. En definitiva, nadie quiere verse obligado a realizar cualquier tipo de trabajo, pero es un riesgo que muchos inmigrantes están dispuestos a correr por lo que están dejando atrás. Si a las personas se les permitiera migrar legalmente no tendrían que poner sus vidas en manos de traficantes de personas. Los problemas surgen de la criminalización de la migración tal como ocurre con la criminalización del trabajo sexual. Esta es una lección de la historia, si intentas prohibir algo que la gente anhela o necesita hacer, sea beber alcohol, cruzar fronteras, abortar o vender sexo, crearás más problemas de los que tenías. La prohibición apenas modifica la cantidad de personas que realmente hacen esas cosas, pero sí altera notablemente cómo de seguras están cuando lo hacen, ¿por qué entonces la gente apoya el prohibicionismo?.
Como feminista sé que la industria del sexo es un lugar de desigualdad social profundamente arraigada. Es un hecho que la mayoría de los compradores de sexo son hombres con dinero y la mayoría de las vendedoras son mujeres sin dinero. Ustedes pueden estar de acuerdo con ello, yo lo estoy, y seguir pensando que la prohibición es una decisión terrible. En un mundo mejor, más igualitario, tal vez habría mucha menos gente vendiendo sexo para sobrevivir, pero no basta con hacer leyes para crear un mundo mejor. Si alguien necesita vender sexo porque es pobre o porque no tiene hogar, porque es indocumentado y no puede encontrar trabajo legal, quitarles esa opción no las hace menos pobres ni les da vivienda ni cambia su estatus de inmigrante. A la gente le preocupa que vender sexo sea degradante, pregúntese si es más degradante que pasar hambre o ver a sus hijos pasar hambre. No existen leyes para prohibir que los ricos contraten niñera o se hagan manicuras, a pesar de que la mayoría de las personas que hacen ese trabajo son mujeres inmigrantes pobres. Es el hecho de que las mujeres inmigrantes pobres vendan sexo específicamente lo que incomoda a muchas feministas. Y puedo entenderlo porque la industria del sexo provoca fuertes sentimientos, la gente tiene todo tipo de sentimientos encontrados cuando se trata de sexo, pero no podemos hacer políticas basadas en meros sentimientos, especialmente sin pasar por alto a las personas realmente afectadas por esas políticas. Si nos obsesionamos con la abolición del trabajo sexual terminaremos preocupándonos más por una manifestación particular de la desigualdad de género que por las causas subyacentes. La gente se obsesiona con la pregunta: ¿te gustaría que tu hija lo hiciera? Pues es una pregunta equivocada. En cambio imaginen que ella ya lo está haciendo y pregúntense por su seguridad esta noche, ¿por qué no está más segura?.
Entonces, hemos analizado la criminalización total, la criminalización parcial, el modelo sueco o nórdico y la legalización, y cómo todos causan daño. Algo que nunca escuché preguntar es qué quieren las trabajadoras sexuales. Después de todo, somos las más afectadas por estas leyes. Nueva Zelanda despenalizó el trabajo sexual en 2003. Es crucial recordar que despenalización y legalización no son lo mismo. La despenalización implica la eliminación de leyes que apuntan punitivamente a la industria del sexo en lugar de tratar el trabajo sexual como cualquier otro tipo de trabajo. En Nueva Zelanda las personas pueden trabajar juntas por seguridad y los empleadores de trabajadores sexuales son responsables ante el estado. Una trabajadora sexual puede negarse a atender a un cliente en cualquier momento y por cualquier motivo y el 96% de las trabajadoras de la calle expresaron que sienten que la ley protege sus derechos. Nueva Zelanda no ha visto un aumento en la cantidad de personas que realizan trabajo sexual, pero su despenalización lo ha hecho mucho más seguro. Pero la lección de Nueva Zelanda no es sólo que su legislación particular es buena, sino que está redactada de manera crucial en colaboración con las trabajadoras sexuales como el colectivo de prostitutas de Nueva Zelanda. Cuando se trataba de hacer que el trabajo sexual fuera más seguro, estuvieron dispuestos a escuchar directamente a las propias trabajadoras sexuales.
Aquí en el Reino Unido, yo misma soy parte de grupos dirigidos por trabajadoras sexuales como la Open University de trabajadoras sexuales y el Colectivo Inglés de Prostitutas y formamos parte de un movimiento global que exige la despenalización y la autodeterminación. El símbolo universal de nuestro movimiento es el paraguas rojo. En cuanto a nuestras demandas, contamos con el apoyo de organismos globales como UNAIDS, la Organización Mundial de la Salud y Amnistía Internacional. Pero necesitamos más aliados. Si te preocupa la igualdad de género, la pobreza, la inmigración o la salud pública, entonces los derechos de las personas que ejercen el trabajo sexual te importan. Haznos espacio en tus movimientos. Eso significa no solo escuchar a las personas que ejercemos el trabajo sexual cuando hablamos, sino amplificar nuestras voces, resistir a quienes nos silencian, a quienes dicen que la prostituta está demasiado victimizada, demasiado dañada para saber qué es lo mejor para ella o demasiado privilegiada y demasiado alejada de las dificultades reales y no es representativa de millones de víctimas sin voz. Esta distinción entre víctimas y empoderadas es imaginaria, existe únicamente para desacreditar a las trabajadoras sexuales y facilitar su silenciamiento. Sin duda, muchos de ustedes trabajan para ganarse la vida, el trabajo sexual también es trabajo. Al igual que ustedes, a algunas de nosotras nos gusta nuestro trabajo, algunas de nosotras lo odiamos. En general la mayoría de nosotras tenemos sentimientos encontrados pero lo que sentimos acerca de nuestro trabajo no es lo principal y cómo se sienten los demás acerca de nuestro trabajo sin duda tampoco. Lo importante es que tenemos derecho a trabajar de manera segura y en nuestros propios términos. Las personas que ejercemos el trabajo sexual somos personas reales. Hemos tenido experiencias complicadas y respuestas complicadas a esas experiencias, pero nuestras demandas no son complicadas. Puedes preguntarle a escorts vip en la ciudad de Nueva York, trabajadoras de burdeles en Camboya, trabajadoras callejeras en Sudáfrica y a todas las compañeras de mi antiguo trabajo en Soho, y todas te dirán lo mismo. Puedes hablar con millones de trabajadoras sexuales e innumerables organizaciones lideradas por trabajadoras sexuales: queremos la despenalización total y derechos laborales plenos como trabajadoras.
Soy solo una trabajadora sexual en el escenario hoy pero traigo un mensaje desde todas las partes del mundo.
Gracias.